googleec0300c30f0b2b44.html Indígena de la tierra.: julio 2013

martes, 23 de julio de 2013

Estación de Tren.

Por fin, lo he encontrado. Sentado en una estación de tren encuentro por fin el sentido de la vida. Es el momento mas feliz de mi vida pero no tengo con quien compartirlo, y de aquellos de los que estoy rodeado son completamente desconocidos para mi:

     -Desde el final de la estación un grupo de adolescentes gritan mientras miran todas juntas la pantalla de un móvil. Ríen, hablan y se gritan. Parecen ser felices. Un poco mas cerca, me encuentro con un hombre de otra época. Libro en mano y con un gran bigote en su cara mira a su alrededor sin entender nada, abre su libro y se encierra en su época de nuevo. Se oye una voz de una mujer por todo el pasillo, avisando que nuestro tren llegara en apenas cinco minutos. A mi lado, en mi mismo banco, se encuentra una mujer con un bebe. La mujer no se da cuenta pero el bebe no para de agarrar mi abrigo y mirarme con una sonrisa sin dientes. Yo añorando mi niñez le devuelvo la sonrisa; un poco menos sincera, un poco menos de todo... La mujer por fin se da cuenta de las travesuras del bebe y sonrojada me pide perdón en quince idiomas distintos, yo con una sonrisa en mi cara me echo a reír. Le digo que no pasa nada, que no se sonroje ya que me encantan los niños y sus travesuras.
 Mas alejado me encuentro a otro niño pero este ya parece un poco mas mayor, parece tener de entre ocho a diez años de edad. Tiene una carpeta en su brazo y un pincel en la mano. Con el pincel parece como si dibujara en el aire haciendo surcos por completo por toda la estación. La estación estará repleta de dragones, caballeros y princesas que salvar. Es agradable. Seguro que a mi lado habrá una guerra entre dos reyes y cerca del hombre con bigote cientos de hombres a caballo pasaran gritando el nombre de alguno de ellos. Los monstruos eran malos y los príncipes eran buenos. La vida era tan sencilla en aquel entonces.

Al fondo de la estación, para sorpresa mía me encuentro conmigo mismo. Mirándome directamente a los ojos. Apoyado sobre mis rodillas y con las manos en la frente pienso si todo ha valido la pena. Hubo una persona una vez que me dijo que mis ojos no ocultaban nada, que eran tan oscuros que hasta el mínimo brillo relampagueaba y hacia ver todos mis oscuros secretos. Ahora cuando miro al fondo de la estación en el espejo solo veo a un hombre cansado, sentado solo. No hay gritos de adolescentes a la izquierda y no hay niño con pincel con aventuras en la cabeza a la derecha. El hombre con bigote y cara arrugada ha desaparecido y la madre con su bebe se fueron también. Siento todavía las arrugas en mi abrigo provocadas por las manos del bebe y creo escuchar la risa vergonzosa de su madre. Ahora me siento un poco menos solo. He encontrado el sentido de la vida sentado en una estación de tren abandonada. ¿Ha valido la pena? 

Se oye la voz de una mujer por toda la estación. El tren que estoy esperando no existe. Me levanto empujándome sobre mis rodillas, me coloco el sombrero y recojo del suelo mi maleta. Haciendo un esfuerzo me dirijo hacia la salida pero la salida esta iluminada por completo por una luz blanca y no puedo ver mas allá. Llego a la salida y mirando de nuevo hacia la estación me doy cuenta de que esta está completamente a oscuras y que solo se ilumina por la luz de la salida. Suspiro y me atrevo a salir de ella.