googleec0300c30f0b2b44.html Indígena de la tierra.: diciembre 2013

martes, 17 de diciembre de 2013

Ayer noche.

Ayer noche, en mi habitación tuvo lugar un combate digno de presenciarse en los coliseos de la antigua Roma. Ya había la Luna bañado toda la ciudad con sus cortinas de plata cuando sin quererlo y en un viaje de codicia del saber abrí un libro, por ahora desconocido para mi. Fahrenheit 451 ¡Qué curioso!-pensé. El libro lo había escuchado antes y con mis antecedentes lecturas como son “Un mundo feliz” o “1984” no tardó en embaucarme la novela al completo. Yacía ya a su merced, leí el prólogo en los primeros cinco minutos, me quede completamente enamorado de Ray Bradbury de su forma de ser y de pensar. El modo que dio a luz a la novela fue un modo pobre y partiendo del barro con una maquina de escribir que estaba dispuesta en la biblioteca en la cual había que introducir una moneda de diez centavos para utilizarla media hora. ¡Cuánto conocimiento inútil se aprende al cabo de los años! Seguro que este dato es una de las cosas que a mi nunca se me olvidaran. Termine el prólogo con bastante presteza y ya embaucado en la vida y el nacimiento de tal novela me dispuse a leerla con bastante ansia. No se si llevaba ya cincuenta o sesenta hojas cuando el combate dio lugar. Hasta aquel momento estaba estimulando mi lectura con canciones de Jake Bugg, Bob Dylan o The tallest man on Earth. Volvamos al interior de mi habitación en el que tuvo lugar tal batalla. Morfeo, con armadura de cota de malla, reluciente, y encima de un precioso caballo blanco hace ofrenda de su belleza y de su fuerza, irrumpiendo con su corte por la puerta de mi habitación. No le presto atención, Bradbury todavía es mi dueño y tiene captada toda mi atención. Pero cuanto mas y mas intento acercarme a Bradbury más esclavo soy de Morfeo. Como el que tiene ángeles de distinta moral en cada uno de los hombros yo tenía a un escritor en una y a un dios en al otra. “¡Apártate de mí, todavía no quiero irme a dormir!”-grité a Morfeo que hasta entonces estaba bastante seguro que acabaría cediendo. Y en un intento mas, leí creo que fueron diez páginas, cuando mi cabeza fue a dar contra el escritorio de mi habitación. Parece ser que Bradbury no tuvo tanta fuerza como Morfeo. Me dormí en el escritorio de mi habitación leyendo una novela. Creo que es lo mejor que me ha pasado en los últimos meses. Aunque ante el hecho de que Bradbury perdiera el combate ayer noche no ha impedido que me despertara a las ocho de la mañana, me preparase una buena taza de café y ante la luz de una lámpara siguiese leyendo aquella maravillosa novela hasta el fin. Ahora creo, que Morfeo me vuelve a llamar. Habré dormido apenas unas horas, por ser bastante generoso. Mi cuerpo necesita descansar.

Buenas noches.