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lunes, 22 de diciembre de 2014

En un eterno conocerse.


Se despertó en la mejor mañana que había conocido, la luz que entraba a rastras por la cortina de la ventana, era una luz tenue y mágica, una luz celestial que iluminaba y calentaba toda su habitación. Las manos le temblaban, los pies no respondían a sus llamadas. Aquello le irritaba e iracundo golpeaba con sus arrugadas manos los pies que tan poco caso le hacían, de repente, un hombre más joven que él entró por la puerta. Tenía el pelo desgreñado, una mirada cansada y un cuerpo curvo que hasta cierto punto parecía cómico. Le detuvo, le agarró fuertemente de las manos y mirándole fijamente a los ojos, le dijo:
- ¡Basta ya, papa, basta ya de hacerte esto!
 Su voz era temblorosa, cansada, parecía llevar una eternidad haciendo aquello.  No le reconocía, no sabía quién era aquel hombre anónimo que tan egoístamente no le dejaba despertar a sus piernas. Comprendió que jamás despertarían, tenía la intuición de que llevaban así mucho tiempo, pero no era capaz de recordarlo. El joven que le había calmado le besó su calva cabeza que apenas tenía tres pelos canos y una cicatriz de la guerra. No comprendía tanta muestra de cariño, él apenas era capaz de recordar su nombre. Le llevó en brazos al baño y, aunque le daba vergüenza al principio, dejó que aquel desconocido le bañara. No era capaz de mirarle a los ojos, se sentía avergonzado de no ser suficiente para bañarse a sí mismo. No supo que le hacía pero, a cada paso que daba aquel desconocido, él olía mejor y se sentía más tranquilo: el agua caliente le relajaba los músculos y la espuma no le dejaba ver a las engreídas piernas.
Después de bañarlo, el joven le puso en una silla muy cómoda y poco a poco empezó a secarle todo el cuerpo. No le gustaba la sensación que hacía la toalla en contacto con su piel. Y de vez en cuando,  para que el joven se diese cuenta,  hacía ademanes de no querer que continuase secándole: se retorcía, gritaba e incluso arañaba al joven que ni siquiera se defendía, en una última instancia se echó a llorar. Cuando alzó la mirada de nuevo,  tenía ya la ropa puesta, pero mirando con atención, reconoció que había un rostro nuevo delante suyo: al contrario que el joven, éste ya estaba viejo, más cerca de la tumba que del nacimiento; podía ver unos ojos viejos, cansados, anémicos de mirar sin poder ver, cansado de necesitar gafas para diferenciar los puntos de las rayas. Veía demasiadas arrugas en el rostro y se le tornaban como si fueran demonios, asustado giró la cabeza y se echó sobre sus dos piernas dormidas.
El joven, que sorprendido de encontrarlo asustado y perdido sobre sus piernas, agarró con sus dos manos la silla de ruedas y lo apartó del espejo. Avanzaron por todo lo largo del salón por el cual él sintió, por primera vez en aquel día, saber dónde estaba. Se le figuró una sonrisa en los labios, pues vinieron a él una avalancha de recuerdos, que por no querer omitir ninguno, y para evitar la distracción de la vista, cerró los ojos. La música de aquel lugar le llevaba a su juventud, sonaba en la vieja gramola que había conseguido después de trabajar a los dieciséis años durante un eterno verano, o al menos eso es lo que él recordaba. Asustado, y como si lo hubieran arrojado al pozo del misterio, abrió los ojos y buscó en sus manos la dorada joya que significaba el inicio de su vida en el paraíso. La encontró en el dedo anular, donde había estado siempre.  Miró al joven, el cual se le tornó ya conocido, y le dijo en baja voz:

-¿Hijo, dónde está ella?

El silencio se le hizo eterno, sintió el eco de un grito que venía de la profundidad de una historia ya olvidada. Ninguno de los dos dijo ya palabra y, avanzando, salieron del salón el cual le había dibujado una sonrisa, aunque también un par de lágrimas.
Dejaron la casa atrás, para entrar en un gran jardín que se le vislumbro maravilloso. Apenas era capaz de diferenciar nada pero la gama de colores que llegaban a sus impávidos ojos era indescriptible. Buscó las gafas en el bolsillo de su chaqueta y, entre temblores, pudo ajustarla en sus orejas para que no se cayesen. Sus ojos se sorprendieron de la belleza que emana en la vida cuando ésta está próxima a la muerte. Creía recordar estas flores, estas rosas y geranios, pero algo dentro le dice: "¿Cómo olvidar semejante belleza?" Pesan las presas que retienen los sentimientos, la puerta vieja del redil del alma cede en la libertad del campo y como sus viejos ojos arrugados, se abre en plenitud adquiriendo un tono celestial y plateado. Siente que tal imagen la recordará toda la vida, pero a su avance, la olvida y la aprende de nuevo, en un eterno conocerse, y siente que su memoria, como la pluma que sobre este papel avanza, es ligera y perecedera.
"Ya no me importa-piensa al ver acabar el jardín-ya apenas consigo recordarlo"
Y así, en mitad del mediodía, abandonaron el jardín y su pasado. Prefirió no recordarlo, por no recordar también las tristezas que había en él. Ahora, era feliz en un eterno presente y su vida, aquella que renovaba cada mañana, se le antojaba maravillosa.

lunes, 8 de diciembre de 2014

En un bosque francés.


Cayó sobre su hocico una gota de lluvia proveniente de las nubes que no alcanzaba ver. Ésto provoco un estímulo en su hocico que acompañado de un viento fuerte proveniente de las montañas le hizo saber que se aproximaba mal tiempo. Medio cojo, con heridas en las patas delanteras y en las traseras se aventuró a entrar en el bosque. Llevaba sin poder ver desde hacía tres semanas, desde que por comer una liebre envenenada un manto blanco cubrió sus ojos «Maldita mi gula y maldito mi estómago que no dejaba de gritar»-pensó el viejo lobo, cojeando, pero seguro de por dónde andaba se fue aproximando más y más al corazón del bosque. Allí se encontraban reunidos todos, podía olerlos desde que entró, en lo alto de un pino frondoso se encontraban dos lechuzas, que a modo de alcalde, daban órdenes y mandatos a los animales, que víctimas del pánico, no sabían que hacer.

-Tranquilos hermanos del bosque, no os asustéis por las nubes que trae esta tormenta...-decían las lechuzas al unísono- yo y mi hermano-dijo una de las dos- os explicaremos que debéis de hacer para sobrevivir a la tormenta-al tiempo que decía esto todos los animales pararon en seco sus actos para prestar atención lo que decía la pálida ave- Bien, ahora que tengo vuestra atención os diré que hacer: Aquellos que podáis cavar, crear madrigueras profundas y cubrir la entrada con tanta tierra que el agua no pueda entrar; aquellos que podáis volar, huid de aquí cuanto antes y volver cuando todo allá pasado; Aquellos que podáis trepar, subir a los árboles y esconderos en su interior os resguardaréis del frío y de la lluvia; y aquellos que no podáis trepar, excavar o volar esconderos en el interior de la Cueva, Tär os protegerá.

-Tär hace tiempo que abandono esas montañas, querido amigo-dijo el lobo refunfuñando.

-Creed en lo que queráis, lobo. Yo creo en el juramento de Tär a la diosa Iaiga y sé que protegerá a todo ser vivo que busque refugio en sus cuevas y montañas.

-He conocido a tantos animales y he cazado tantos en esas montañas, que débiles y en un último respiro, casi al borde de la muerte y suplicando en vano por su vida, rezaron a cada uno de los Guardianes, los cuales nunca aparecieron. He quitado tantas almas, he segado tantas vidas que creyeron que bajarían los Guardianes a protegerlos que puedo afirmar que no existen como tales eso a lo que nosotros llamamos Guardianes.

-No le creáis, dirigíos todos al interior de la montaña, a prisa, el tiempo no corre de nuestra parte.

El viejo lobo que harto de que nadie le hiciese el menor caso empezó a buscar un refugio donde pasar el temporal, suerte tuvo al encontrarse con un árbol que hallábase hueco en su interior lo que lo transformaba en un refugio perfecto. Y entonces, después de dos horas de espera, llegó la tormenta, que arrojó truenos y desbordaciones en la base de las montañas, tiño en cambio sus cimas de blanco dejando una corona helada como signo de su belleza. Reinas del tiempo las nubes se aproximan, robando el aliento a animales desamparados, dando el respiro de lluvia a la tierra que tanto se ahoga y el fruto de ser vida a los gigantes de ramas verdes. Aquella noche el pueblo de la montaña se transformó en una parte más del río, y la calle principal que lo cruzaba se transformó en un afluente caudaloso, que llevaba tierra y arboles descorazonados arrancados de la propia tierra. Los habitantes del pueblo observaban desde sus tejados como animales indefensos eran arrastrados, sin resistencia alguna, a toda velocidad por aquel río. No solo era lluvia, también había truenos, granizo en las proximidades de la montaña y en su cima, el viento del norte y la nieve provocaban una ventisca letal.

-Creedme ahora lechuzas, mirad como esos pobres animales son arrastrados por las corrientes del río, mirad como se ahogan entre lamentos y rezos, les otorgáis una esperanza inexistente. Mirad bien, lechuzas ¿No son aquellos sino los animales que vosotras mismas mandasteis al interior de la montaña?

-Nosotras no elegimos quien vive y quien muere, viejo lobo. Nosotras meramente cumplimos con transmitir nuestro conocimiento con el resto de seres, les ayudamos a que tengan una oportunidad de vivir. Sabemos que ir al interior de la montaña no era una gran idea pero era la única que les podía mantener con vida. Además, qué sabrá un lobo ciego como tú que ni siquiera puede ver.

Y mientras decían esto, un fuerte viento atravesó el bosque izando las ramas al norte; las garras de las lechuzas se hundieron en la carne de madera del pino frondoso que en un grito dejo caer su sangre verde intentando cubrir la herida. De repente y a lo lejos entre la cortina de nieve y viento se fue vislumbrando una figura tenue, iba encogida provocando la menor resistencia a la tormenta pero ante la opacidad a la luz que poco a poco se fue haciendo más grande se daba a entender que se aproximaba donde los animales; muchos temieron por sus vidas, aquel ser indomable no tenía miedo a la tormenta y caminaba por los surcos resbaladizos sin cesar en uno de sus pasos. Cuando ya estaba lo suficientemente cerca se pudo ver con claridad que se trataba de un zorro de las nieves, se dieron cuenta que el ser no iba encogido sino que era pequeño como un gran roedor, que la dificultad para verlo no era la tormenta sino el color de su pelaje, camuflado de color blanco era difícil diferenciarle entre los copos de nieve, y que no encontraba el miedo entre la tormenta porque era el clima donde más cómodo se sentía. Cuando estuvo lo suficientemente cerca entro en el mismo árbol hueco en el que se encontraba el lobo.

-Bella tormenta ¿no le parece?-dijo refiriéndose al lobo.

-¿Bella? ¡¿Qué hay de bello en la muerte?!-dijo el lobo con los ojos cerrados para que el zorro no notase su ceguera.

-No es la muerte lo que me impresiona sino lo bella que es el agua cuando es nieve. Mirad como cae copo a copo sobre las montañas, mirad como va tiñendo la tierra poco a poco, mirad como el verde se torna en un blanco absoluto ¡Miradme a mí!-dijo exaltado-¡Miradme a mí que voy vestido como la nieve que cae ahora del cielo! ¡Miradme viejo lobo o seré yo quien os quite la vida y no la tormenta!

Cansado ya del monologo del zorro ártico se alzó el lobo sobre sus flacas patas y mirando fijamente de dónde provenía la voz abrió sus ojos de par y en par y dijo:

-Le parece bien así. 

El zorro empezó a temblar, atormentado por la mirada vacía que tenía el lobo en su rostro. 

-¡Sois un desterrado!-dijo atemorizado-Los Guardianes os han quitado la vista para que no podáis ver lo bella que es la nieve al caer en la tierra, para que no podáis adorar mi precioso pelaje y para que así no sintáis vergüenza del vuestro. Los Guardianes son sabios pero yo, fiel seguidor de la doctrina e hijo de dogmáticos de la antigua ordenterminare con tu existencia y te desterrare a la muerte. 

Se abalanzaron los colmillos del zorro sobre la piel del lobo rasgando su vientre verticalmente, gruño el lobo que dolorido agarró por el pescuezo al zorro lanzándolo contra una de las paredes del árbol. Lo lanzó con tanta fuerza que se pudo escuchar como la mayoría de sus huesos se rompían en el impacto. Su herida en el pescuezo provocada por los dientes del lobo tampoco fue leve, podía verse como el rojo se abría espacio entre el blanco de sus pelos y mientras todo esto ocurría el lobo dando la espalda al zorro y la cara a la tormenta esperaba a que ésta amainase.

Pasaron las horas y cuando la tormenta amaino toda la dulzura y la fuerza del bosque resurgió desde sus adentros. Los árboles se estiraron intentando tocar el cielo; los pájaros ayudándose de los árboles iniciaban su vuelo alto, respirando los vestigios de las nubes, pues no querían que se juntaran y formasen una nueva tormenta; los roedores se quedaron durmiendo pues sabían que aquella mañana no solo los herbívoros saldrían por primera vez en mucho tiempo, sino también los depredadores que estarían esperándoles entre las sombras, "seremos más listos que ellos"-pensó un ratón obrero que dicho esto se echó a dormir-; el lobo, que después de la justa con el pequeño zorro se dispuso a salir, vió que estaba muy débil para poder caminar y decidió quedarse en el interior del árbol hueco, "Dichoso seáis zorro y dichosa sea la antigua orden que enveneno tu razón con ideas dementes, quisiera poder haber tenido suficiente tiempo para decirte que no fueron los Guardianes sino una liebre lo que cegó mis ojos. Quisiera ahora poder caminar, poder moverme y elegir yo mismo el lugar de mi muerte, pero ahora estoy demasiado débil y me has traído hasta el mismo fin que tú ya guardas", y tumbado entre sus piernas, aceptó su destino.

Se percató de la inhibición de sus sentidos, como estos fueron menguando hasta su inexistencia, en un momento dado dejo de oir, en otro, de oler. Dejo de sentir la sangre del zorro en sus colmillos y en un último momento, espirando su último aliento, dejo de sentir.

 Etruem, parca de Aunir, entró en el árbol en el que se hallaban los espíritus del lobo y del zorro, ambos sentados al lado de sus cuerpos.

-¿Nos vamos queridos?

Las dos almas se miraron mutuamente, y asintiendo con la cabeza se fueron los tres por un bosque blanco azulado desapareciendo por la cortina de plata que separa el mundo de los vivos del mundo de los muertos.

viernes, 31 de octubre de 2014

La vuelta de Hugo.

Caminaba lentamente por esa calle que ya no recordaba, las pisadas eran lentas y la respiración pesada, reconoció un árbol antiguo, de frondosa madera y doradas hojas, vio como una de ellas, cayendo como caen las hojas en otoño, fue a dar a su zapato. Hacía tiempo que Hugo Montoya no recorría la distancia que separaba la parada del bus a su casa, hacía tiempo también que no le tomaba tanto tiempo recorrer los cien pasos que había de distancia. El aire era primaveral, hacia un Sol maravilloso que iluminaba toda la calle, un viento presuroso que recorría la carretera y que por el olor debía de venir de detrás del asador del primo Claudio. El olor de la carne asada se mezclaba con el olor que deja la tierra cuando se moja, un olor húmedo del pasado, un olor histórico.

Hugo tenía ya 22 años y hacía cuatro que no volvía a casa. Sentía de nuevo los sentimientos que ocuparon su cuerpo aquel 16 de abril del 87: el día de su libertad y el de su cumpleaños. Tenía de nuevo 18 años, el tiempo para él no había pasado, sentía que volvía de la escuela, con su cartera de notas doblada bajo el brazo, esperando que sus padres vieran los buenos resultados que había obtenido. Cada paso nuevo era retroceder más en el tiempo.

Recordaba los gritos de su padre al decirle que quería estudiar letras en Salamanca, recordaba su boca que mitiga, la que fustiga al paso que humilla, recordaba sus ojos rencorosos, rellenos de odio y vergüenza cuando le imperaba a ir a la academia militar como única salida decente para un joven que se había pasado la vida entera estudiando las letras. Él le afirmaba que entendía el honor de servir a la espada, al rifle y a la patria, pero que su alma, su cuerpo y su coraje no estaban hechos para la batalla. Era un hombre de escritorio bastante cobarde, le temblaba el pulso desde los cuatro años y a los nueve perdió el único combate cuerpo a cuerpo que había tenido. Era en definitiva un hombre de letras y para las letras. Se veía asimismo encerrado en su cuarto mientras su padre le insultaba y su madre imploraba a lloros un poco de tranquilidad y calma. Recordó el filo de la navaja y el olor a pólvora quemada, recordó el papel arrugado y las lágrimas sobre la cama, que siempre sabían amargas.

<<Ahora estoy frente a mi casa de nuevo, tengo 22 años, me siento más viejo de lo que vengo y solo traigo lágrimas en los ojos>>

Abrió la puerta un viejo tío suyo, más arrugado que la última vez, con dos o tres pelos con su mismo color cano y la misma expresión vacía de siempre. Entró sin hacer ningún gesto, intentaba no llamar la atención. Miró la casa de su infancia, aquella en la que creció y en la que tanto había leído, nada había cambiado desde su ida, la misma decoración, los mismos armarios y el mismo cristo en la puerta del recibidor. Se dio cuenta de que toda la familia había venido, se habían acercado de todas las partes del país y todos adoraban el mismo sepulcro. Asustado por el busto de palas que desde la infancia fríamente le miraba, aquel que tanto le juzgaba y que ninguna palabra decía, fue entrando más y más en la profundidad de la casa. La habitación se había convertido en una especie de caverna iluminada, donde se veía únicamente por velas y por la luz traviesa que avanzaba de cuclillas por los huecos de la ventana. El sonido que allí habitaba, era un sonido que jamás había oído o presenciado, era un silencio ensordecedor y más que silencio, era un ruido hueco. Decidió después de haber recibido varios pésames por parte de amigos, familiares o viejos conocidos, acercarse al cuerpo muerto que con los ojos cerrados le esperaba desde hacía cuatro años. Miró el cuerpo inerte rodeado de flores, de hojas preciosas y alguna rosa amarilla, con las manos cruzadas a la altura del ombligo, con los pies descalzos y con un vestido blanco como en el día de su boda. "Tan bella como siempre"-pensó cuando dejó brotar por fin los sentimientos de cuatro años cargados.

domingo, 26 de octubre de 2014

La necesidad que siento en ti.

 Ahora, que ya han pasado los años, ahora que ya me puedo considerar un conocido tuyo y que creo conocerte en tus venidas y en tus vaivenes aún en el día de hoy me sorprendes, renovándote, mejorándote, influyendo en la mente de todos y transportándote por el tiempo en la noche de los sueños. Se puede considerar que llevo contigo toda mi vida, pues digo-blasfemando mi existencia- que hasta que no te conocí no sabía lo que era realmente vivir. "Vidas hay muchas"-me dijeron continuamente-"No puedes creer que tu única vida es el sentido de todas las vidas, al menos no podes ser tan egoísta". ¿Qué es entonces mi vida sin ti? ¿Qué me diferencia al resto sino eres tú esa diferencia y esa conexión que me haces transmitir y esa seguridad que me das? He vivido ya esta vida mil y una veces, ya sé lo que me tiene que contestar y lo que le tengo que preguntar, he viajado ya por estas calles que aún me sorprenden y he sentido ya la lluvia que moja mi rostro y limpia mi mente. He sentido ya la fragancia de estas flores y he visto sus colores impregnando todos los campos e iluminando todos los ojos.

Escuche al amor de la palabra de Shakespeare, de la mano de Byron, aunque me enamoré pude comprender que no comprendía aún la poesía romántica y que aún me quedaba mucho para enfrentarme a ejércitos de tan prestigioso calibre. Como era de esperar perdí la batalla. Me levante de nuevo no sin antes no olvidar su nombre ni tampoco olvidar su historia más si quise olvidar sus versos y sonetos que tantas dudas me dieron en su lectura. Me fui hacia otro mares, pensé que igual la poesía era una guerra muy grande para una mente aún tan pequeña; viaje a las novelas, a la literatura prosana, la literatura de las grandes historias y de los grandes héroes modernos. Pero quede enamorado por su forma menos extensa, los cuentos. Conocí a un ingles de los altos orbes, que presumía de belleza y que amaba la vida como amaba al rostro del espejo: Oscar Wilde, que en su famosa novela El retrato de Dorian Gray me dejo sorprendido por la debilidad de la carne y las astucias que acomete un hombre por la belleza-menos mal que carezco de ella, así nunca temeré de pecar en tal grado-Me lo encontré de nuevo en sus cuentos y ya nunca mas le solté. Dude de mi moral y mi razonamiento en El país de los ciegos de H.G. Wells, pensé en ser Núñez que enamorado de Madina renunciaba a la vista que tanto amaba ¿No era acaso el amor ciego? Luego dude de mi existir y de mi voluntad a existir junto a dos autores que me enseñaron la mentira que es la verdad, Andreus Huxley y Ray Bradbury con sus dos novelas distópicas : Un mundo feliz y Fahrenheit 451.

Así fui creciendo, leyendo obras de novela, cuentos cortos y cuentos para niños, disfrutando de ellos tanto como no lo había hecho en mi juventud. Al paso que crecía en la literatura en mi interior iba menguando, convirtiéndome en un hombre cada vez mas simple y más sencillo, creyendo en imposibles y haciéndome ver el mundo de colores que no existen.

Entonces después de tanto caminar me encuentro aquí enfrente tuya, dulce dama. Me atrevo ya por fin a leerte y con orgullo afirmar que entiendo lo que dices, a poder ver los pétalos cristalinos de los que te formas y recoger el rocío en mi boca, para que con arrojo me atreva a nombrarte en mis labios para que pueda oírte en mi voz.

Te debo mi forma de pensar, las circunstancias que me rodean y el fin que alcanzo.

Gracias, literatura.

martes, 21 de octubre de 2014

El motivo de mis textos.

Yo, para nadie escribo,
y no espero que nadie me lea
pues no hay un tesoro en mis letras,
ni ningún código escondido.

Solamente escribo lo que mi corazón piensa,
lo que mi mente inspira, que dolor,
dar al vuelta al verso
y no encontrar motivo de regreso.

Solo expreso lo que necesito escuchar,
si alguien siente la avenencia de mis letras,
que alegría, que tristeza le acompañan,
pues no es mía la campaña
de ganar esa libertad

Menudo el despropósito del mentecato,
que buscando en estas letras,
encuentre filosofía de algún sabio de Grecia,
                            o de algún literato castellano.

domingo, 19 de octubre de 2014

Entrada del Despertador.

Amo tanto a los sueños como puedo querer a mi vida. Sólo una barrera, dos puertas de acero reforzado, oxidado, viejo y corroído, las separa y las mantiene unidas, y yo soy el dueño de la llave de la cerradura.
A veces, carezco de fuerzas de soñar y manteniendo las puertas unidas, vivo en la razón y los ensueños que la vida me da, en otras en cambio dejó las puertas abiertas de par en par para que cómo un río indomable, caudaloso y agitado, avancen los sueños arrancando las malas hierbas que crecen cuando estoy despierto y que con ellas se lleve los malos recuerdos y la tristeza que las nutre y las hace crecer.

Porto mi gracia y mi desgracia, las puertas están tan rígidas como siempre y yo sentado frente a ellas escucho el arrullo que hace el río al pasar.

Me preguntó al dar el siguiente paso: ¿Qué es aquello que tanto deseas oír?, ¿ Cuál es esa palabra que con tanta necedad necesitas escuchar?

Mis ensueños son pensamientos de gloria, de premios, adoración, son vivencias fantásticas de una mente que no ha dejado de soñar desde que descubrió que podría hacerlo despierta. Creo conocer el origen de estos pensamientos pero no comprendo la razón de mis momentos de lucidez, que en ocasiones me ocurren, cuando pienso en ser alguien simple, rico hombre de escaso dinero, y solo luchar por la capacidad del sentimiento hacia el conocimiento.

Pienso que quiero saber y no parecer saberlo, quiero hacer creer de mi idiotez y hacer creer mi lucidez a mi mentirosa sombra.

No sé lo que deseo hacer, al menos eso quiero creer.

jueves, 9 de octubre de 2014

Cuando el vacío se intenta llenar con palabras.

La escritura, al igual que la vida, se nutre de momentos vividos y de sueños dormidos. Sentarse en un asiento y aislarse en un cuarto no va a provocar que de tu mente surja la mejor literatura, el mejor poema o incluso el mejor ensayo. Aunque podría salir algo interesante de esa experiencia,  ya que tu escritura no sería contaminada de ninguna de las vertientes literarias que han existido a lo largo de la historia, pero tampoco sería cumplimentada por ellas; sería una literatura seca, unísona, y que aunque fuera única, no sería perfecta.

Es necesario leer para escribir, escuchar para saber hablar y vivir para poder morir.

          A veces-lo reconozco- me siento abandonado por esta musa que en muy pocas ocasiones me acompaña. En esos momentos de abandono, no sé que será de mí cuando mis dedos dejen de hundir las letras y de formar las palabras que con tanto vacío intento que llenen este espacio. En esos momentos de desesperación, de frustración con tu misma persona, enfadado con tu propia alma y alejado de tu propia mente, en esos momentos te sientes solo y crees o imaginas que serás el único capaz de sacarte de este hoyo donde estás hundido. Aunque en realidad no es una persona la que consigue que abandones tal lugar, sino un objeto que preciado y abandonado llevas tiempo sin tocar ni mirar. No es sino el libro ese objeto repleto de hojas, vivo en su tiempo y ahora muerto y lleno de polvo esperando a que lo resucites cuando pronuncies las palabras de su torso. Ese objeto que perteneció a un ser vivo adaptado que llevaba al menos cien años observando como el mundo cambia y como el tiempo deteriora la mente de los hombres,  quien sino con tanta sabiduría podría describirte e instruirte para que alcanzaras tu mejor yo, para que pudieras ser al menos por un breve instante un aprendiz de escritor.

Y eso es lo que me considero después de mas de cinco años intentando llegar a serlo, todavía soy un aprendiz y me falta mucho por aprender y demasiado aún-dios me salve-de leer y de escuchar de las bocas sabias y de los labios que me enseñarán a llamar a los ángeles a mis escritos, que me permitirán ser el dueño de la llave de este laberinto.

"Se hace la oscuridad y por un segundo pienso en asir mi alma y dejar que la oscuridad me lleve con ella en mis manos, que me traspase y cruce de mi piel a mi alma, que esconda en ella su joya dorada, y que se alíe con la luz que difumina y pierde mis palabras buscadas y mis pensamientos perdidos."

Tan necesario como la oscuridad a la luz para poder ver.


viernes, 3 de octubre de 2014

El puente de los olvidados.

El puente del viajero,  
que desconcertado, cansado 
y con los pies en la mano
tenía un viaje por contar.

El puente del enamorado
Que se des-enamora,
Intentando borrar el último fragmento esquivo
De un amor enajenado.

También del desaparecido
Aquel que encontró en la sombra lo que era,
Y formó uno en sus ojos,
Cuando echó la vista atrás.

                                                Y por último.
El puente del desesperado
Que en busca del suicido,
Recibió el amor y el auxilio
De aquellos que yendo,
No sabían lo que iban a encontrar.

El puente que une las dos partes y a su vez las separa.
El puente que une mis dos partes y que aún está por pintar.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Pelirroja de ojos verdes.

Estás sentada en el borde del barranco esperando que me acerque a él y observe la belleza que no veo. No te entiendo cuando piensas y mucho menos cuando diluyes esas locuras en mi mente y esperas lentamente a que broten en mi como si fueran la fruta de un árbol prohibido. La verdad, pensé que en un Verano tan desastroso no podía ocurrir nada peor hasta que te conocí. Pelirroja, pelo corto y ojos verdes. Maldición venenosa, corrosiva e irritante cuantos tus labios besaban mis labios y tu piel tocaba mi piel. Cuando abría los ojos y me encontraba entre tu cabello, creía estar en un incendio y mi cuerpo en llamas no era mas que otra muestra de él: las sábanas jamás fueron tan innecesarias, el amor nunca fue tan explosivo, y unos ojos nunca fueron tan llamativos.

Pero ahora, que escribo esto sentado en la mesa donde tomábamos café, ahora cuando solo en una casa llena de muebles, en un bienestar indeseable, en un confort in-confortable en una mansión reducida a ceniza, ahora... me haces más falta que nunca.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Roma 2078.

Giraba dorada y lentamente la moneda en el aire gris poblado de tiempos antiguos. Su choque contra el agua no dio lugar a espectaculo pues trescientas monedas iguales y diferentes golpearon el agua en ese mismo momento, perturbando su tan esperada calma.
El río que caía en la fuente, aquel que nunca deja de correr, transportaba un agua cristalina del cual podias ver su fondo pero no podias tocarlo. Leyes viejas y muros legales separan las monedas de tu débil mano. Imposible beber de ella pues envenena tu alma de la codicia de los hombres y encarcela tu futuro.
La vida puede llegar a ser una rama estranguladora que aprieta pero que nunca ahoga manteniendo la agonía durante el resto de tu existencia. 

La antigua ciudad de Roma poblada ahora por Romanos,  pueblerinos, comerciantes, transeuntes, vagabundos,  prostitutas, carteristas y atracadrones que roban la niñez y el tiempo a jóvenes, que creen conocer lo que es el amor. Ladrones, les llaman a lo lejos, ladrones...

Al anochecer cuando la Luna brilla en lo alto de la fontana de trevi, plateada y con su corte celestial en el fondo negro, deja al descubierto la verdadera forma de sus almas; el verdadero transfondo de su ser. Esta gente que antes se hacían llamar emperadores ahora huyen y se esconden en la sombra de la montaña.

El ayer y el ahora que rodea la Roma que en un mal nombre la llamaron la de los enamorados ahora es sin duda la de los corrompidos, la de los abandonados y la de los presos.

Oh el ocaso de Roma se acerca a su fin, al igual que el Sol que dejá de brillar en lo más lejos de sus puertos, terminando en un haz que recorre el horizonte y que sólo prevé la oscuridad que viene después.

Buonasera, Italia.

martes, 1 de julio de 2014

Los Durmientes.

Con una visión algo pesimista comienzo este texto:

No vengo a decir lo que la gente debe hacer, ni mucho menos aquello que hacen mal reprocharselo en cara, pues no soy yo quien os va a juzgar, ni ninguna divinidad suprema ni siquiera el Dios todopoderoso que creó aquello que existe y aquello que no.Vengo a expresar mi apatía.

Estoy bastante harto, en definitiva. No creo en buenas esperanzas, no creo en buenos actos, si no son remunerados. No creo en acciones no pagadas ni tampoco en pensamientos impropios. La gente se encuentra tan harta de todo tanto como yo que simplemente vemos el río pasar. El mismo rio que pronto nos arrollara y nos llevará con él al principio del mar y al final de todo. Tengo la necesidad de escribir, y está es tan grande que sale de mis huesos, cruza mi piel y se fusiona con el aire que me rodea. Pero este aire está tan podrido que envenena mi piel, mis huesos y mi alma.

No creo que sea una persona pesimista. No creo que mi visión de este mundo sea algo tan meramente irracional como para llamarlo vertedero. Como persona y como ser pensante, que cada vez son menos, tengo que decir que quiero llorar y gritar al mundo entero para que cesen de caminar. ¿Caminar hacia dónde entonces?-me preguntan. No lo sé, no tengo las respuestas ni siquiera sé si me estoy haciendo las verdaderas preguntas. Pero sé que tenemos que parar de caminar.

Gente que quiere corregir el rumbo; gente que cree que con pequeños cambios todo se soluciona y dejar que la vida siga su curso es su manera de pensar. Gente inteligente ¡Qué demonios! Gente mucho más lista que yo, que sabe escribir mejor, y que sus pensamientos alcanzan cumbres mas altas. Gente con carreras mas evolucionadas, con padres que les enseñaron y que fueron sus focos de vida, hermanos mayores inteligentes y sin ninguna barrera para desarrollar su mente lo maximo posible. A esa gente que de tantas oportunidades solo puede pensar en si misma les digo: Culpa no tenéis ninguna, creó que yo si me encontrará en la posibilidad de ser egoísta y meramente pensar en mí dejaría de hacer lo que hago, pero por suerte o desgracia, es está la vida que tengo que vivir y no otra, y esta en mi el deber de aceptarla.

Esto no va dirigido para nadie en especial. Solo para la gente que veó al caminar por las calles de mi ciudad.

Por último y como siempre para la gente mas importante: Aquellos que intentais cambiar el mundo, no lo dejéis. Sois vosotros los próximos líderes; sois vosotros los prófetas de un mundo mejor. Yo creó en vosotros y espero que nunca dejéis de contar con mi ayuda. Por intentarlo y por no parar en ello os alabo y os quiero.

Y cerrando el texto os digo: Adios, y no combies. 


jueves, 19 de junio de 2014

Reflexión en un mes de Junio.

Qué desgraciada mi vida convertida en una constante conspiración de hacerme creer en la realidad y en el tiempo; pero me niego a creer en algo así. Reyes y Reinas, Dragones y Mazmorras, duendes, hadas, elfos y unicornios. Todos y cada uno de ellos tienen cabidad en mi y negar su existencia es negar su capacidad de ser.

Porque que no pueda verse no significa que no este aqui, pues esta en mi el deber de hacerlos ser y si dejo de pensar en ellos se desvaneceran entre polvo y viento.

Por eso me niego a aceptar algo tan perfecto como el tiempo, algo imperecero que me supera a mi y que nos supera a todos. Algo con lo que no se puede competir pues pasa sin llamar y te roba el alma cuando se va. No pienso creer en ti pues tu no crees en mi, serás viento pasado, serás futuro que no importa en este presente. Te odio y te niego por eso por mi puedes irte por donde viniste.

Ven a mi fantasía, y hazme creer en tus dioses y en tus bestias.
Ven a mi fantasía, y hazme sentir la magia que te acompaña.
Ven a mi fantasía, y hazme sentir la vida.

"Si crees en algo y piensas mucho en ello, con tal fuerza de dejar tu alma en el empeño al final será recompensado tu esfuerzo y sin saberlo empezará a existir en tu interior. Tu alma dona parte de su excelencia y le otorga la capacidad de ser y la capacidad de sentir. Vive, late y grita en tu interior. ¡Qué vivan eternamente aquellas cosas que nos hacen sentir, sea dolor o sea júbilo, pero qué vivan!"


domingo, 27 de abril de 2014

Tu carta.

Buenos días idiota.

 Es de mañana y llueve en el patio de mi casa. Y apurando el suspiro de una lágrima me dispongo a escribirte esta carta: la carta de mi perdón.

En todo este tiempo que hemos estado juntos los dos sabemos que fuiste tu y no yo quien tiro del carro de la relación, fuiste quien con carácter y dureza se centro en llevar esto adelante y hacer que prosperara. Fui un simple monigote pintado al lado del margen que no hizo nada por embellecerte la vida o siquiera para hacerla un poco mas feliz. Me centraba en decirte que quería arreglarte la vida, arreglarte el corazón y reparar todos los males que te habían causados gente inmunda sin ver bien que yo mismo me enterraba poco a poco. Esto viene de largo, esto no ocurrió ayer y te lo dije hoy, esto viene de antes que vos y lo arrastro muy a pesar mio, conociendo su existencia. No se quien es peor si el que lleva la carga y no lo sabe o el que la lleva delante de el y no intenta arreglarla. Te mereces esto, te mereces mi carta de perdón, escrita por mi y por el, por que a el también lo enamoraste.


Lo siento tanto el haber jugado contigo como lo he hecho de una manera tan inhumana y con falta de corazón, se que lo he hecho en mayor o menor medida , y ese es el nombre de mis actos, pues no hay otro que se le parezca. Siento tanto el haberte avisado tan tarde de mi falta de sentimiento hacia ti y que ahora aflora en forma de pena y llanto. La verdad, y no son mentiras, quería ser feliz a tu lado y todo lo que digo es que no podía sentir lo que tu ya en este momento, a grandes zancadas,  sientes. Igual es tiempo, igual distancia pero nunca lo sabré, más nunca lo sabremos. Eres bella y frágil, no dejes que nadie te rompa ni mucho menos que lo haga yo. Me has hecho feliz en muchos momentos como el caso del saludo mañanero que me llenaba de tanta felicidad y de tanta alegría que no creo que exista palabra que la defina. No creo que aún sepa el cacho de sol que dejo escapar entre mis brazos y se que tarde o temprano te echare de menos y cuando lo haga, tu no estarás a mi lado.

Debo seguir mi camino, y tu debes seguir el tuyo. Para nada, dios no lo quiera que esto sea un adiós,esto simplemente es un hasta luego, un parón en el camino, un respiro en la carrera. Por que espero que dentro de poco, o quien sabe alomejor dentro de mucho, nos veamos y me gustaría que cuando eso ocurra yo carezca de este miedo a querer que tanto daño me esta haciendo. Eres mi idiota de los ojos verdes y con el corazón roto, que con tanta ansía intente remendar, te digo adiós.


Y que por breve que haya sido esto, no quita lo intenso y no borra lo ocurrido.


Hasta luego,  querida mía.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Des-almado.


El tiempo que tanto buscabas llegó,
alejando las paredes que tanto te ahogaban,
oxigenando el veneno de tus pulmones,
iluminando lo que no podías ver.

Un silencio sordo se adentra en el cuarto,
una sonrisa y un llanto se van de él.
Luz blanca que iluminas todo, deja de alumbrarme,
Sonrisa muda en el fondo de la habitación.
Mis lágrimas ácidas en el rostro,
mis palabras truncadas por la desesperación.

Estado inoportuno de tenerte,
déjame sufrir dolor,
completamente interte,
sentando en el barranco dentro de mi habitación.

¿Y qué pasó?
 Que por fin llegó, el tiempo que tanto deseaste,
el alejamiento de paredes y este exceso de aire,
ahora muda tu voz.
No pido que me arrastres, que me subas al cielo,
tantas noches despues de imaginarte,
ahora solo quiero que me falte el corazón. 

Solo echo de menos mi falta de aire, mi espacio cerrado,
y la escasa luz del sol.

jueves, 9 de enero de 2014

Ser presidente.

Un presidente, un alto general, un representante tanto de un pueblo como de un país no debería entender de derechas o de izquierdas. Debería entender a razones y a sentimientos, no a números y estadísticas. Ni a acciones políticas, religiosas, culturales y poéticas deberían de perjudicar en su pensar. Un presidente debe ser frío y humano, aunque pocos se ganen tal calificativo. El presidente debería de ver la mejor acción para mejorar el país en el que vive y por consiguiente observar en que perjudica al resto de países y al mundo. Si una acción perjudica aunque sea en una absurdidad a otro país, esta acción no debería llevarse a cabo.
Los pensamientos egocéntricos nos han llevado a callejones sin salida, a aguas poco profundas, y a charcos contaminados de miedo y hastío. El libre pensar por lo contrario nos llevará por senderos bellos y prósperos, senderos llenos de fertilidad. Aguas tan profundas como el planeta y ríos tan anchos como países enteros.

Ser presidente debe ser un orgullo, un sueño, una ilusión, y un principio. Nunca debe ser una ambición.


Infrámico Bendess. 

miércoles, 8 de enero de 2014

El ilustre ignorante.

"Erase una vez una historia oculta por la ignorancia del tiempo. Aquel tiempo que creímos perfecto, en ocasiones, olvida objetos, personas y lugares a los cuales nunca presta atención. Esos lugares que encontramos, a nuestra vista, mágicos, son solo ausencias y errores provocados por nuestra propia imaginación. Quitamos al Sol para poner al Tiempo. ¿Quién será nuestro próximo Dios?"


        Parecía una casa cualquiera, pequeña, que aunque en un principio fue blanca, plantas trepadoras la habían dado un matiz verde y marrón. Una chimenea expulsaba el humo que producía una fogata en su interior, humo negro que luchaba con el vapor blanco de las nubes. Era una casa humilde, parecía nacer de la propia tierra, acompañada de dos grandes abedules que producían gran sombra en verano y buen cobijo en invierno. También daban cobijo a numerosas especies de animales que cada mañana orquestaban el sonido de la montaña. Leo Matwesky, hijo de dos granjeros, cada mañana sacaba a las ovejas que antiguamente habían pertenecido a su padre y que antiguamente habían pertenecido a su abuelo. «Los Matwesky eran hombres de costumbre» le decía continuamente su padre en la cena. Aquella mañana tan fría como de común Leo iba jugando con su mejor amigo, su perro. Sansón, que así se llamaba, era un perro de dimensiones gigantescas, medía mas de un metro de alto y era fuerte como el tronco de un árbol. Se habían criado juntos desde muy pequeños, al nacer Sansón, nació Leo, o al nacer Leo nació Sansón, nunca se supo como fue pero ambos nacieron el mismo día; noche helada de lloros y aullidos dirigidos a la misma luna y bajo las mismas estrellas. Se dirigían a la cima de la montaña, donde la hierba era mas fresca y mantenía su hermoso rocío durante toda la mañana. Subían hasta encontrar el fresno americano de doradas hojas que orgullosas  bailaban todas al ritmo del viento, Leo subía su escarpado tronco y sentado en su rama más alta tocaba durante horas la flauta que había encontrado hacía unas semanas. Las ovejas se perdían en todas las direcciones que otorgaba el monte, pero Leo podía verlas desde su ventajosa altura. En la base del árbol Sansón aprovechaba el descanso para dormir plácidamente a la sombra de tan frondoso árbol.

        Así pasaban prácticamente el día hasta que las tripas de Sansón o las tripas de Leo rugían. Entonces Leo bajaba de un salto la altura del árbol, se ataba los pantalones y daba la orden a Sansón para que llamase a las ovejas. Desde el hocico hasta el extremo de su peluda cola todo su cuerpo se erizaba mientras comprimía fuerzas para lanzar un fuerte ladrido. Entonces todo cambiaba, del interior del enorme perro provenía un estrondoso sonido que rebotaba en todas las paredes montañosas que cerraban al monte, lo que llevaba tranquilo durante todo el día cambiaba a formar parte de un continuo ladrido que pareciera venir de una jauría. A Sansón le encanta esta sensación, movía la cola de un lado para otro cada vez que escuchaba ladrar al perro de las montañas, que así llamaba él al eco. Solía durar un buen rato el rebote de los ladridos, cuando este ya se iba callando las ovejas iban apareciendo todas juntas reuniéndose junto a Leo y Sansón. Aprovechándose de la altura del perro, Leo, que para tener doce años era bastante bajo, se subía encima de Sansón y montándolo como si de un caballo se tratase iba tocando la única canción que se sabía en la vieja flauta de madera. Como un ejercito se movían en una misma dirección y en una misma fila. De vez en cuando, mientras descendían el monte, hacían algun descanso para tomar agua y para poder observar la plenitud de tal maravilloso paisaje. Cuando llegaban a casa Leo encerraba a todas las ovejas en el redil para luego entrar corriendo a casa para poder comer la cena que hubiese preparado su madre aquella noche. Sopa de conejo, de cabra o incluso de vez en cuando de pato cuando su padre conseguía alcanzar con su escopeta alguno de estos animales, eran las comidas mas frecuentes que había en aquel diminuto hogar.

        A la noche le encantaba escuchar las aventuras que habían vivido sus padres aquella vez que tuvieron que bajar a la gran ciudad de Farhoa cuando "Presto" el caballo de montar de su padre se puso enfermo de una de sus patas. Contaban historias acerca de las terribles bestias que allí habitaban, carretas de metal que eran tiradas por ningún caballo, aves brillantes, del color de la plata, que llevaban humanos en su interior. También de la comida que rápida y caliente se hacia en el interior de una caja. Leo soñaba poder ir en alguna ocasión a Farhoa, quería poder ver con sus propios ojos aquellas terribles bestias que habían sido domadas por los Parmenienses. Quería subir en una y traerla a casa para poder hacer el trabajo mucho más fácil y tener más tiempo para poder dedicarlo a divertirse con Sansón. Después de divagar sobre la historia de su padre se dirigía a su habitación que no era más que una zona del extenso salón que era a su vez toda la casa. La habitación estaba compuesta por tres cortinas que habían sido yuxtapuestas por sus esquinas con la pared que daba a las montañas. En ese lugar, era el único rincón donde Leo Matwesky podía soñar con ser alguién importante en la gran ciudad, fuera de él, era un simple aprendiz de granjero.

       Así pasaban los días de Leo Matwesky. Así eran hasta que lo conocí, viejo y arrugado a traves del viento viajo, doy en vueltas círculos y en una de mis caras algo escrito llevo. Las hojas de los árboles me acompañan por mi viaje elevado y a miles de metros de altura extraño el pincel de mi amo. Ahora y como único recuerdo su escritura, absorbido por una corriente de aire fui a dar a la cara de un niño moreno, con la cara llena de mugre y los dientes sin lavar. Dientes con arrugas y ojos que pedían a gritos una aventura. Ahora contare la gran aventura de Leo Matwesky, un ilustre ignorante.


Fin.