googleec0300c30f0b2b44.html Indígena de la tierra.: febrero 2013

jueves, 28 de febrero de 2013

Cartas Perdidas : El viaje a la aldea cercana.

Helios después de pasar toda la noche sin poder dormir, pensando en aquello que había oído a los ancianos hablar, decidió que viajaría a un pueblo cercano y preguntaría a las personas mayores si conocían algo acerca de los forasteros. Helios halló su oportunidad un día en el que  el amo Qüeg necesitaba unas hierbas especiales para un ritual que tenia que realizar la mañana siguiente. Qüeg mandó a Helios a una aldea que se encontraba a varías horas de camino. Helios decidió salir temprano para poder estar de vuelta a la aldea antes de que anocheciera y poder dar de comer a Patontes. Pues tampoco era muy entusiasta de caminar por el desierto por la noche.

Preparó una mochila con dos botellas de agua y un bocadillo de Pan duro relleno de pollo y un huevo frito. Al salir de la Aldea sintió como su espíritu de aventurero iba creciendo, pues Qüeg jamás le había mandando que viajara a otra Aldea y mucho menos se lo hubiera ocurrido mandarlo  solo. Se sintió libre durante unos minutos, pero después de haber andando un buen rato, frunciendo el ceño se juro así mismo que este era un momento perfecto para iniciar su investigación acerca de los forasteros. Cuando llevaba varias horas andando encontró un objeto que no llegaba a comprender, se encontró pues una llave inglesa metálica, ya oxidada con un tono gris y corroída por el tiempo; Helios perplejo cogió aquel objeto que apenas entendía y lo introdujo con mucha delicadeza en el interior de su mochila. Al andar fue notando el peso extra que añadía aquel objeto plateado, dolorido por la cinta que le unía a la mochila decidió que era un buen momento para comer, pues justo en esos momentos el sol estaba en su auge y según había oído no era recomendable andar a esas horas, pues sería un suicidio. Abrió su mochila y en apenas diez segundos se terminó su primera botella de agua. Se comió primero el huevo frito pues era su comida favorita, luego sin mucho reparo cogió también el bocadillo de pollo para comérselo, pero se dio cuenta que estaba mas duro que antes y era casi imposible comérselo como un bocadillo, así que separo el pollo del pan y se lo comió, aunque el pollo también estuviese como una piedra. Después de comer hizo una pausa y encontrado sombra detrás de un baobab se durmió.

Cuando se despertó se dio cuenta de que le había cogido la tarde y que en menos de tres horas el Sol se escondería para dar paso a la noche. Se dio cuenta de que no llegaría a tiempo para dar de comer a Patontes a su hora, así que el pobre animal tendría que pasar un poco de hambre hasta que el llegara, también se dio cuenta de que si quería llegar antes del amanecer del día siguiente, tendría que andar durante la noche por muy poco que le gustase. Así, después de tres horas andando, llego a la aldea vecina, dejando a sus espaldas el cielo anaranjado del atardecer. Se dirigió exclusivamente a la choza de la herborista que le había dicho Qüeg que visitara cuando llegara. La herborista le estaba esperando en en el salón de su casa. Le entregó una bolsa llena de hierbas e invitó a Helios a que se tomara un té con miel y limón con ella. Helios no se pudo negar era su Té favorito. Cuando la Luna llego a su punto mas alto se dio cuenta de que era hora de empezar su camino de vuelta a la aldea, a pesar de las recomendaciones de la herborista, que le intento convencer diciéndole que por la mañana iba a salir un camello con mercancías para su aldea y que ella le conseguiría colar en un puesto cómodo para que no tuviera que andar otra vez ese largo camino. Pero Helios se negó lo tenia que hacer por la noche, no tanto por Qüeg si no por Patontes que llevaba dos días sin probar bocado. Cuando estaba saliendo de la aldea no llego a sentir la misma sensación que embriago su cuerpo cuando salia de Taku Maku si no una muy contraria,  un miedo continuo de que la oscuridad que se encontraba frente a él, le devoraría. Encendió una antorcha que tenia para casos de emergencia y con la tenue luz pudo andar por el sendero que se había generado por el paso de cientos de viajeros a lo largo de todo este tiempo.

En su mochila apenas llevaba unas especias y tres botellas de agua, para poder prepararse una sopa a mitad de la noche si le entraba el hambre. Tuvo que esconder la llave inglesa en el fondo de la mochila para que la herborista no la viera. Helios tenía los pies agarrotados, hacía un frío glacial en las estepas de aquel desierto, las arenas se movían continuamente por el breve paso de un viento estival. A no mas de tres días de viaje nos encontraríamos las montañas heladas del sur, que transmitían el frió de sus cumbres a las aldeas que estaban en el valle. Cabe decir que esas montañas no eran las únicas pues había cuatro mas las del Norte, las del Este y las del Oeste. Todo esta cadena montañosa creaba un valle en su interior, en la cual habitaban seis aldeas diferentes. 

Helios al pensar que volvería antes del anochecer, no se fue preparado para pasar aquel frió, ya que llevar exceso de ropa sería una incomodidad en el viaje  y eso le hubiera retrasado, pero ya daba igual. Ahora tiritaba de frío mientras maldecía a los cielos por aquel frío helado. Nunca hubiera imaginado que se podría pasar del calor abrasador al frío absoluto. Helios decidió pararse, hacer una hoguera y cocinar la sopa para poder entrar en calor. Cuando estaba en plena búsqueda de leña con la cual hacer la hoguera, alrededor suyo empezó a escuchar unos movimientos. Detrás de un pequeño arbusto algo se movía, pensó que sería un zorro del desierto o una serpiente dorada ya que solían salir de noche para cazar. El ruido cesó y los nervios se apoderaban del cuerpo de Helios. El ruido que ahora habitaba aquel lugar era mucho peor que el de antes, era el ruido del silencio, aquel ruido que precedía a la tormenta, que ahora se convertiría en un zarpado o en un mordisco de las fauces de cualquier animal. Sabía que si la serpiente le mordía estaba perdido, no tenía los remedios de Qüeg para poder curarse de la maldición que estaba daba con su mordisco. Después de pasar un buen tiempo observando los arbustos se aseguró con un palo de que no hubiera nada ahí y que le pudiera estropear la cena. Al no ver nada, se puso a preparar la sopa con las especias de la mochila y algunas hierbas que acaba de recoger. Mientras hacía la sopa volvió a escuchar repetidamente los ruidos en el matorral,  pero en todas las ocasiones nada ni nadie surgió de detrás de aquel matorral. Se tomó la sopa rápidamente y se puso a andar a una velocidad extraordinaria, ando a tal ritmo que en una hora había abarcado lo que en la ida le había llevado tres . Sabía que si seguía a ese ritmo llegaría a la aldea incluso antes del amanecer. Cuando llevaba cuarenta minutos andando, empezó a escuchar una especie de eco que le seguía cuando andaba. Algo o alguien le estaba siguiendo. Escuchó con atención y pudo sentir los movimientos torpes y lentos del ser que le seguía, incluso en una ocasión le pudo escuchar tropezar y caerse.  Empezó a andar mas rápido, la locura se apoderaba de su mente, creyó en varías ocasiones que eran alucinaciones suyas y que su mente le estaba pasando una mala jugada. Se dio la vuelta rápidamente una o dos veces y en las dos no vio nada. Asustado empezó a correr con todas sus fuerzas. A los quince minutos de haber empezado a correr, se paro exhausto, se arrodillo frente al suelo y con las manos en la frente empezó a suplicar a la madre tierra que lo protegiera. Escuchó entonces como una vieja rama de un baobab se rompía a menos de diez pasos de él. Apuntó con la antorcha, pero no había nadie en la oscuridad. Entonces se acordó de las trampas para animales que había en las afueras de su aldea. Él mismo había colocado unas cuantas y se acordaba perfectamente de donde estaban. Decidido que no eran imaginaciones suyas, fue en dirección de aquellas trampas para conseguir atrapar y averiguar que era lo que le llevaba siguiendo todo el camino. Cuando vio que estaba cerca de las trampas, apagó la antorcha y agudizo la vista para no caer el mismo en ellas, se escondió detrás de unas rocas y espero a que la bestia cayera en la trampa. No paso mucho tiempo, hasta que escucho que uno de los hilos se tenso y empezó a recogerse con mucha velocidad, empezó a escuchar los ruidos y gemidos que el animal generaba. Entonces cogió un palo del suelo y se encontró con un humo intenso que había producido el animal al retorcerse. Intento apartar parte del humo con sus manos, pero este, era bastante intenso y tuvo que esperar a que se disipara solo. El humo se disipo poco a poco. Para sorpresa suya se encontró con un hombre y no con un animal como el pensaba, miró su ropa y asombrado de lo extraña que eran se dio cuenta que aquel hombre no pertenecía al valle de las seis aldeas, era sin duda, el forastero.

sábado, 23 de febrero de 2013

El teatro de la vida.

La felicidad es un instrumento en una gran orquesta. Esta orquesta esta compuesta por cada momento de nuestra vida.

Podemos encontrar un tambor rotundo y triste que con su sonido intenta romper el silencio creado por la soledad. También el amor de un violín danzando con alegría por el aire, que nos hace vivir, que nos hace morir, pero cuando la felicidad suena, ese pequeño instrumento ahora convertido en el mas grande  de los gigantes todos los demás instrumentos se silencian y dejan que ella tenga su momento. Se hace notar pues es fuerte y leve al mismo tiempo, ágil pero pesado, cuando la felicidad está ahí todo lo demás no importa.

El fin último de cada ser humano debería de ser conseguir tocar ese instrumento del mismo modo que lo hace el viento. Pero, cada humano es diferente y podemos encontrarnos: autores, aquellos que solo quieren la felicidad para los demás; artistas y protagonistas de la obra, eudemonistas de nacimiento en busca de esa felicidad máxima; y los que observan, desde el palco helado de la sombra creyéndose felices con su dinero y su falsa propiedad. Pero saben que cuando vuelvan a casa su alma y su sombra se quedaran en la ópera ya que es el lugar de la felicidad. Y volverán solos, pues es así como vinieron.

Pues el dinero y las posesiones no otorgan la felicidad, aunque, como he dicho antes, hay demasiada gente en este mundo para generalizar. Y lo que para algunos es una tragedia para otros es una comedia y lo que para uno es bueno para otros es malo depende de las gafas por las que se mire.

La felicidad igualmente es último y único fin que tenemos todos los humanos del mundo. Y a veces es fácil de conseguir y en otras es como subir la montaña mas alta del mundo, pero igualmente cuando llegas al final de esta escalera te encuentras con la recompensa.

Mi fin último es ser feliz. ¿ Cuál es el tuyo ?

Caminante no hay camino, se hace camino al andar..

domingo, 17 de febrero de 2013

Cartas Perdidas.

Helios volvió a casa después de pasar la mayor parte de su tarde jugando con el huargo, tuvo que esconderlo al volver a casa, por que si Qüeg se enteraba de que tenia una mascota, además de sacrificar al pobre Patontes haría que Helios recibiera 7 latigazos, como era normal en la aldea. Escondió a Patontes en una caja de zapatos, y se fue corriendo en dirección al pie de la montaña que era donde vivía el amo.  De camino a casa vio a dos ancianos discutiendo, en un tono bastante bajo, por lo que Helios promovido por esa inmersa curiosidad que solo se encuentra en los niños se acerco discretamente por un callejón paralelo al cual se hallaban los dos ancianos hablando :

 -¿ Estás seguro de eso Josúe ? - le preguntaba un anciano al otro

 + De lo mas seguro. Al volver mi primo Bend de cazar me dijo que había visto forasteros mas cerca que nunca, que parecía que habían violado el tratado que se firmo...

 La voz del anciano se fue apagando, como se apaga la vida de un insecto encerrado en un vaso con humo en su interior, y Helios, con angustia e intriga se fue acercando cada vez mas, hasta que sin mirar bien donde estaba apoyado, su mano resbalo y su cuerpo completo fue detrás de ella, cayo desde mas de 2 metros y el ruido se escucho a mas de dos manzanas. Los ancianos al oír aquel ruido, se acercaron a ver que había pasado pero no encontraron nada mas que paja aplastada. Helios había salido corriendo, y se encontraba ya a varias decenas de metros de aquel incidente, sabia que si los ancianos se enteraban que el había escuchado parte de la conversión no durarían en exiliarlo, o castigarlo a doce latigazos en el centro de la plaza, pero el propio Helios se pregunto que significaba aquello que acaba de oír . < Forasteros.. ¿ Que sera un Forastero ? > Se preguntaba a si mismo.. < Sera una especie de Dragón alado, que escupe fuego..   y que además tiene alas tan grandes como dos campos de arroz. >. Así anduvo largo tiempo hasta llegar al recibidor de la casa de Qüeg.

Cuando llego al recibidor se limpio los pantalones llenos de arena y se sacudió un poco el pelo, entro con la mas alta sonrisa como si no hubiera escuchado nada.

Saludo a Qüeg que en ese mismo instante recibía a dos montañeses que venían desde muy lejos, Helios pregunto a los invitados si querían te y pasas para acompañar el encuentro, ellos rápidamente le contestaron que no, que se tenían que ir ya, si no la noche les cogería de vuelta a su aldea.

Cuando los invitados se fueron, Helios estaba fregando los platos sucios de la comida, Queg se acerco y le pregunto:

- ¿ Dónde has estado toda la mañana pequeño esclavo ?

+ Ya sabes, he ido a jugar un poco a las afueras de la aldea y a comprar huevos y pan que faltaban en la despensa.

- Eres un chico raro, no te relacionas con los demás y aún así sales a jugar solo..

+Es que tengo mucha imaginación.. - Dijo con una especie de mueca en vez de boca-. Además, vos amo, tampoco os relacionáis mucho con la gente de la aldea pero aun así admitís las visitas que vienen de fuera.. ¿ Eso porqué ?

-Los que viven aquí nunca tienen noticias, siempre están en su mismo circulo dando vueltas de un lado para otro siempre contando lo mismo siempre trabajando en lo mismo, al menos, los extranjeros de otras aldeas siempre me cuentan leyendas o cuentos distintos de los que se cuentan aquí.

+ Pero al menos los que viven aquí viven seguros.. ¿ No ?

- Seguro, seguro seguro.. y qué si lo es, si intentamos vivir en la seguridad te aseguro que aquello ni si quiera podrá recibir el nombre de vida, lo seguro muy a menudo esconde su segundo significado.. aburrido. Lo seguro no es vida y aquel que lo crea, esta verdaderamente loco. Si encierras a un pájaro en una jaula de hierro, el pájaro vivirá seguro, pero perderá su libertad a morir, ¿ pues no es eso lo mas bello?.

Helios en ese mismo instante se dio cuenta del porqué visitar a su amo y no a otro cuando tuviera dudas.