>>Bienvenidos a un día normal en la vida normal de
Normus. Despertaba temprano a la salida del Sol por el edificio de la compañía Confort, se dirigía al baño y se daba
una ducha con el agua a una temperatura de 50º C. Se vestía entonces con el
mismo traje de siempre, una americana gris con el pantalón a juego sobre una
camisa blanca y una corbata completamente negra que estaba a juego también con
sus zapatos. Desayunaba entonces colocándose la corbata hacia atrás y en su
lugar una servilleta, era muy meticuloso con la suciedad de su ropa, aunque
tuviera diez pares de camisas iguales en el armario. Desayunaba todas las
mañanas dos tortas de maíz y un vaso de leche caliente. Colocaba los platos en
el lavavajillas y colocaba la temperatura exacta para que no existiera microbio
alguno cuando fuera a comer la semana siguiente con el mismo plato. Se dirigía
de nuevo al baño para lavarse los dientes. Se centraba en que parecieran los
más blancos posibles. Al enjuagarse la boca y escupirlo en el lavamanos alzó la
mirada y se vio a si mismo en el espejo. Aquella mirada inexpresiva. Aquel
mismo rostro de hace veinte años de mirada seca y apagada. De color verde se
tornaban a medio abrir. Se limpiaba entonces la cara con una toalla y
abandonaba a la única compañía que tenía en el hogar. Su reflejo.
Iba al trabajo en chofer. No le gustaba juntarse con la
gente de a pie para ir al trabajo aunque ello le acarreara una escasez de
dinero bastante notable al final de mes. Era el precio del éxito se repetía
continuamente. Al llegar a su oficina saludaba a Dorman, su conserje. Dorman
era con la única persona con la que hablaba a lo largo del día aunque solo
fuera para decir hola y adiós. Al llegar a su oficina, rectangular como de
costumbre, se encontraba en su mesa de aluminio el informe y las llamadas que
debía de realizar a lo largo del día. Se servía un vaso de leche caliente y
trabajaba durante el largo turno de la mañana. A la hora del almuerzo solía
comer dos muslos de pollo a la plancha con un salteado de verduras. De postre
una fruta. Al terminar el almuerzo se tumbaba a la sombra de algún árbol que
hubiera en el área de relajación de la oficina. Aunque su descanso solo duraba
una hora sabía aprovecharlo con bastante sabiduría. Al volver de nuevo a la
oficina se encontraba con un informe distinto y otros números distintos que
tenía que llamar por la tarde. Normus, se servía otro vaso de leche caliente y
realizaba felizmente el trabajo durante toda la tarde. Al atardecer, cuando el
sol se pierde entre las montañas terminaba el estresante trabajo de Normus.
Cofier, su chofer, le esperaba al pie de la montaña de escaleras que tenia la
oficina en su entrada. Al subir al coche Cofier siempre le saludaba por motivos
de modales pero Normus nunca le contestaba, simplemente se regía a mirar las
estadísticas de las apuestas del partido de anoche. De vez en cuando durante el
viaje Cofier podía escuchar a Normus maldecir y gritar en la parte trasera,
aunque le sacaba una sonrisa, conocía la actitud y el modo de ser de Normus por
lo cual si le hacia una sugerencia él nunca le contestaría, ni siquiera se dignaría
a mirarle.
Llevaba a casa feliz o triste dependiendo de la tabla de estadísticas. Encendía
el ordenador madre y revisaba su contestador de voz, cero llamadas, como de
costumbre.
Abría la nevera y esquivando latas de cerveza cogía del
fondo del frigorífico un tetrabrik de leche. Desconocía el motivo por el cual
aquellas latas de cervezas llevaban ya meses en su frigorífico. “No recuerdo
haberlas comprado” Se repetía sin cesar. Lo que restaba de tarde se la pasaba
viendo videos de animales, era su pasión escondida. De pequeño, Normus, quería
ser biólogo marino, estudiar todos los animales que escondía el océano y
navegar junto a un grupo de delfines a lo largo de costas caribeñas. Quería ver
con sus propios ojos una ballena azul e ir al polo sur a conocer a los
pingüinos. Quería que las gaviotas le despidiesen en puerto y al volver le
saludasen sin preocupación alguna. La vida en el mar, esa era su futura vida.
Pero de repente deja su ensueño y vuelve dentro de la habitación. El sonido perturbante
del televisor sin ninguna programación. Su vista había cambiado, había vuelto a
ser el niño de aquellos años que soñaba con surcar el mar. Se veía a si mismo
entre la desfigurada pantalla como un gran capitán de navío. Pero volvía a la
realidad, un tono agudo marcaba que la comida del horno estaba preparada.
Cenaba. Tomaba otro vaso de leche y se acostaba a dormir para que la noche
trajese consigo un día exactamente igual al anterior.>>
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