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viernes, 18 de enero de 2013

Cuentos en verso, para niños perversos.



Caperucita Roja y el lobo

Estando una mañana haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
<<¿Puedo pasar, Señora?>>, preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando: <<¡Este me come de un bocado!>>.
 Y, claro, no se había equivocado:
 se convirtió la Abuela en alimento
 en menos tiempo del que aquí te cuento.

 Lo malo es que era flaca y tan huesuda
 que al Lobo no le fue de gran ayuda:
 <<Sigo teniendo un hambre aterradora…
 ¡Tendré que merendarme otra señora!>>.
 Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
 gruño con impaciencia aquella fiera:
<<¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva
 –que así llamaban al Bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no es España–.
Y porque no se viera su fiereza,
 se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso gran falda gris de vuelo, zapatos,
sombrerito, una chaqueta y se sentó en
espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía
 y dijo :<<¿Cómo estás, abuela mía?
Por cierto, ¡me impresionan tus orejas!>>.
 <<Para mejor oírte, que las viejas somos un poco sordas>>.
<<¡Abuelita, qué ojos tan grandes tienes!>>.
<<Claro, hijita, son las lentillas nuevas, que me ha puesto para
que pueda verte Don Ernesto el
oculista>>, dijo el animal mirándola con
gesto angelical mientras se le ocurría
que la chica iba a saberle mil veces más
rica que el racho precedente.

 De repente Caperucita dijo:
<<¡Qué imponente abrigo de piel llevas este
invierno!>>. El Lobo, estupefacto, dijo:
<<¡Un cuerno! O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablar de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo…? Oye, mocosa,
 te comeré ahora mismo y a otra cosa>>.
 Pero ella se sentó en un canapé
 y se sacó un revólver del corsé,
 con calma apuntó bien a la cabeza y – ¡pam! –
 allí cayó la buena pieza.

Al poco tiempo vi a Caperucita cruzando
por el Bosque… ¡Pobrecita! ¿Sabéis lo
que llevaba la infeliz?
 Pues nada menos que un sobrepelliz
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.

Enamorable giro de la historia que hace Ronald Dahl en el cuento de Caperucita Roja, si algunos no saben quien es, entonces, cabe aclarar que es el escritor de "Charlie y la fábrica de chocolate", un cuento que todo niño o niña o incluso un adulto debe leer ( Aunque este lo hará con unos ojos muy distintos. )

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